¿ADICTO/A AL SEXO?

Desde la Teoría de la variante fisiológica del Dr. Fernando Bianco Colmenares, se plantea que todos los seres humanos nacemos con la condición de poder variar en nuestras funciones, lo que nos permite funcionar y adaptarnos. Ej.: la respiración varía según las necesidades, también la temperatura, la tensión arterial, el estado de ánimo, las emociones, los sentimientos, los deseos, las necesidades, en fin, todas las funciones del ser humano pueden variar y eso incluye la función sexual. ¡Eso es lo fisiológico!
Así, en una persona varía con la edad y/o con las parejas y/o las circunstancias: su deseo sexual, su preferencia sexual, el método de estimulación, la respuesta sexual, el tiempo que tarda en una relación sexual, en fín… todo… pero cuando esa condición de variabilidad está suspendida, se configura una alteración.
El Manual Diagnóstico en Sexología en su tercera edición de 2014, define la adicción sexual como un cuadro clínico caracterizado por: dependencia al ejercicio de la función sexual, que implica búsqueda compulsiva, culpa post-coital y síntomas de abstinencia, a pesar de las consecuencias no-operativas (negativas) de su conducta.
Lo anterior significa que, como en cualquier adicción, las áreas sociales y/o personal y/o laboral y/o familiar y/o de pareja están afectadas, incluso con implicaciones legales. Ello lo diferenciaría de una persona con una frecuencia sexual alta en la que el funcionamiento en todas o casi todas sus áreas está preservado.
Alguien puede utilizar “servicios sexuales” -prepagos o no-, como una “experiencia”, es decir, esporádicamente. También hacerlo con cierta frecuencia como una alternativa para “variar”. Hasta aquí, son conductas fisiológicas. Pero también podrían utilizarse dichos servicios de manera compulsiva, implicando por ejemplo, que sea la única forma en que la persona funciona sexualmente, lo cual, implica una “suspensión de la variabilidad”, es decir, una “fijación a un estímulo específico” y ello se considera una alteración que requiere intervención sexológica.
Las personas pueden contratar estos servicios por diferentes motivos que en general tienden a la búsqueda del placer: por variar, por experimentar, por cumplir sus fantasías, porque se satisface el deseo sexual sin compromiso, porque con ellas se obtiene lo que con su pareja no, porque los escuchan, porque son “prohibidas” y lo prohibido es erótico… el “para qué” dependerá de cada persona.
Es necesario diferenciar las conductas fisiológicas de las patológicas y las conductas socialmente aceptadas de las socialmente rechazadas. Una persona con adicción sexual manifiesta una búsqueda sexual compulsiva que interfiere en la funcionalidad de una o varias áreas, esa conducta será patológica y además socialmente rechazada. Pero quien lo hace ocasionalmente y funciona sin problema en su entorno y consigo mismo, se dice que emite una conducta que es fisiológica, socialmente rechazada (dependiendo de su entorno socio-cultural).
Esto para decir que no todo lo socialmente rechazado es patológico ni todo lo fisiológico es socialmente aceptado. De ahí que pueda decirse entonces que una conducta no necesariamente es enferma sólo porque la socio-cultura la rechaza.