QUÉ PAPEL JUEGA LA PORNOGRAFÍA EN LAS RELACIONES DE PAREJA

¿Es recomendable? ¿Es saludable? ¿Es un tema tabú en las consultas de los sexólogos? ¿Puede mejorar o empeorar la relación? ¿Qué uso debe dársele? Podríamos hacer unas carita y testimonios si la gente quiere hablar: ¿Qué opinión le merece el uso de la pornografía en las relaciones de pareja?
Pornografía procede del griego pórne= prostituta y gráphein= tratado, entonces pornografía sería el “tratado de las prostitutas o la prostitución”. El Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, además añade: “carácter obsceno de obras literarias o artísticas”. Como puede observarse, el mismo origen de la palabra, trae implícita una sanción moral. Otra definición hace referencia a todos aquellos materiales con contenido de imágenes o reproducciones videográficas que representan actos sexuales o eróticos con el fin de provocar la excitación sexual del receptor.
Como puede deducirse, es un término impreciso, aunque en general tiene la connotación de “aquello que molesta o disgusta a una persona” y ello implica que no necesariamente todos estemos de acuerdo en la definición de lo que es comercial, artístico o pornográfico; ésta dependerá de cada persona y del contexto histórico en el que se desarrolle, así que es preferible hablar de “material sexualmente explícito” que es un término más descriptivo y menos enjuiciador, en el que quedarían incluidos, fotografías, películas, pinturas, dibujos, revistas, grabaciones y otros materiales que representen la función sexual. La intención implícita de estos materiales es producir excitación sexual (producto de venta). La pornografía implicaría entonces, un fin lucrativo para quien la produce y comercializa.
Así que usar material sexualmente explícito como una “ayuda” y/o forma de romper la rutina en el ejercicio de la función sexual en pareja, es posible. A algunas personas les puede ayudar a enriquecer su vida sexual, a aceptar y valorar por ejemplo, que también existen otros aspectos de la función sexual, diferentes a los propios.
Se ha criticado el uso de este material en el sentido que reducen a la mujer como objeto de placer, reduciendo además la sexualidad y función sexual a la genitalidad, con lo que se contribuye a la creación y perpetuación de estereotipos o imaginarios en torno a la función sexual, en la medida que hay exageraciones de la anatomía (penes enormes, pechos voluptuosos), exageraciones en la fisiología o funcionamiento (coitos que tardan larguísimo tiempo, hombres incansables, mujeres enloquecidas de placer, eyaculaciones abundantes, erecciones de rigidez pétrea, múltiple e ilimitada, entre otros).
El uso de material sexualmente explícito en pareja (como cualquier práctica sexual en pareja), debe ser algo concertado entre ambos miembros. Obligar a la pareja a utilizarlo, es violentar sus derechos humanos sexuales y reproductivos. Sería preferible buscar formas de “venderle la idea” a la pareja para que acepte por lo menos un acercamiento inicial y progresivo que le permita evaluar si es o no gratificante y decidir libremente sobre su uso.
La utilización de material sexualmente explícito en pareja es fisiológico en la medida que ambos miembros también puedan funcionar de otras maneras, es decir, que su uso no se convierta en un “requisito indispensable” para funcionar sexualmente, porque en este caso, es probable que nos encontremos ante una situación patológica ya instaurada o que esté en proceso, lo cual requiere intervención terapéutica por parte del Médico Sexólogo.
En terapia sexual y dependiendo del caso, se puede recurrir a su uso, teniendo en cuenta las recomendaciones mencionadas y otras técnicas. Su uso puede mejorar la relación de pareja en la medida que ambos respeten sus derechos sexuales y reproductivos y que sea consentido por ambas partes. La transgresión de estos factores podría contribuir a dañar o empeorar la relación de pareja.
En resumen, cualquier acción o método utilizado para el ejercicio de la función sexual, será más saludable en la medida que: preserve la fisiología (no haya daño físico), haya claridad de pensamiento sobre el tema, se emitan conductas funcionales u operativas para el individuo y la pareja y haya bienestar emocional con su práctica.